El judaísmo del siglo 21

Hoy ser judío es una decisión existencial, una manera de encontrar propósito, comunidad y espiritualidad en un mundo cambiante.

Rabino Moshe Pitchon

9/20/20253 min read

Nuestra generación ha sido testigo de una expansión fenomenal en la intensidad y difusión de la práctica religiosa, pero también de un retroceso dramático en el estudio de la creencia y la fe. Incluso judíos profundamente observantes, comprometidos con el estudio de la Torá, muchas veces están menos instruidos en los fundamentos más profundos de la religión.
Este alejamiento del estudio de los “porqués” del Judaísmo trae un riesgo: que el Judaísmo llegue a ser visto como un sistema sin espíritu ni lógica, un conjunto de pantomimas. La observancia religiosa sin significado coherente puede llevar a la insatisfacción existencial y, muchas veces, al abandono de la fe en el bien del mundo y del futuro.

Las pasiones religiosas modernas no han acercado al mundo a la visión judía de un universo sin hambre, guerra, odio o miseria. Por el contrario, a veces han alimentado el extremismo y justificado actos de crueldad.

Hoy, los judíos buscan un Judaísmo que les ofrezca dirección para sus vidas como participantes del mundo contemporáneo. Desean lo mismo que los demás: seguridad en medio del tumulto, la sensación de que sus vidas importan, relaciones significativas y la satisfacción de la realización. La gran cuestión es si la identidad, la cultura y el aprendizaje judíos pueden contribuir de manera sustancial a esa búsqueda; si el Judaísmo aún puede servir como un recurso poderoso en la construcción de vidas significativas, responsables y con propósito.

La civilización humana ha entrado en una nueva época. Como todas las tradiciones, el Judaísmo necesita recalibrarse para responder a las dimensiones cósmicas de este tiempo. Muchos temas que moldearon la vida judía en el siglo XX ya no resuenan para los judíos del siglo XXI. El Judaísmo mundial e Israel enfrentan desafíos inéditos: el alejamiento de los jóvenes, la alienación respecto a Israel, los ataques frontales al sionismo y el peligroso auge del antisemitismo.

En este nuevo escenario, la identidad judía dejó de ser un mero accidente biológico para convertirse en un acto de autodeterminación existencial. Ser judío se ha vuelto una decisión personal sobre cómo vivir. Para muchos, el Judaísmo es menos una religión de leyes y más un atributo personal: un conjunto fluctuante de sentimientos, intereses y prácticas ocasionales, que puede adoptarse o descartarse a voluntad. Pero —y esto es crucial— permanece como vínculo. Los judíos continúan viéndose a sí mismos como judíos e insisten en que esa identidad importa.

¿Qué atrae a los más jóvenes? La sabiduría judía, la posibilidad de hacer diferencia en la sociedad, la promesa de relaciones significativas y el anhelo de espiritualidad, santidad y propósito—todo ello transmitido con autenticidad y calidad.

Para muchos, el propósito principal de la religión es vivir como un “buen ser humano”, con decencia entendida según las enseñanzas judías tradicionales—enseñanzas que desean redescubrir.

Así, la palabra clave para la vida judía de hoy no es “declive”, sino “transición”. En este cruce decisivo, la educación judía debe transformarse: en su contenido, en su forma de organización y en su misión. El objetivo ya no puede ser la continuidad por la continuidad.

El aprendizaje debe responder a las preguntas reales de la experiencia vivida. Esto representa un cambio profundo: la educación no más como dominio de un cuerpo de material heredado, sino como recurso para la construcción de vidas judías significativas.