Confundir el teatro moral con la claridad moral

Amanpour no es solo una periodista que ocasionalmente se equivoca; es el espejo de una profesión que con demasiada frecuencia confunde el equilibrio con la verdad, y el teatro moral con la claridad moral.

Rabino Moshe Pitchon

10/18/20254 min read

Para gran parte de la prensa internacional, los aspectos más problemáticos de la política y la sociedad palestinas permanecen en gran medida fuera de los límites —pues abordarlos implicaría desafiar el marco interpretativo dominante que define a Israel principalmente a través del prisma del supuesto “fracaso moral judío.”

Por eso no sorprende lo que Christiane Amanpour, jefa de corresponsales internacionales de CNN, dijo acerca los rehenes israelíes liberados el pasado lunes:

“Probablemente estén siendo tratados mejor que el promedio de los gazatíes.”

Escribo sobre Amanpour no solo porque es una de las figuras más reconocidas del periodismo global en lengua inglesa, sino porque, para comprender la mayor parte de la cobertura internacional sobre Israel, primero es necesario entender que las noticias nos hablan mucho menos de Israel que de las personas que las escriben.

Las declaraciones de Amanpour —y con razón— provocaron una oleada inmediata de críticas.

Muchos señalaron lo que debería haber sido obvio:

“¡Hambrientos, electrocutados, encadenados y encerrados en jaulas subterráneas, obligados a cavar sus propias tumbas! ¿Eso es lo que ella considera ser tratados mejor que el promedio de los gazatíes?”

Otro comentario fue aún más directo:

“Christiane @amanpour, sabes que los rehenes israelíes fueron deliberadamente hambrientos, electrocutados, violados y torturados por Hamas. ¿Qué demonios te pasa?”

La tormenta de condenas fue tan rápida e intensa que a Amanpour no le quedó más remedio que disculparse:

“Más temprano, en vivo al aire, hablé de lo que es un día de verdadera alegría para las familias israelíes cuyos seres queridos están finalmente regresando tras dos años de un horroroso cautiverio de Hamas, y también para los civiles en Gaza, que por fin han tenido una tregua después de dos años de guerra brutal y mortal”, escribió.
“Señalé que para los rehenes que por fin están en casa llevará mucho tiempo recuperarse física y mentalmente. Pero lamento haber dicho que tal vez fueron tratados mejor que muchos gazatíes, porque Hamas los utilizó como peones y monedas de cambio.”

Añadió que había hablado “con muchos ex rehenes y con sus familias” y que, “como todos, me he sentido horrorizada por lo que Hamas los obligó a soportar durante dos largos años.”

“Me contaron que apenas podían respirar en los túneles, que no se les permitía llorar, que los mataban de hambre y los obligaban a cavar sus propias tumbas —y, por supuesto, hoy algunos de esos rehenes regresan en bolsas para cadáveres”, concluyó.

Sin embargo, la disculpa de Amanpour se percibió vacía: fue menos una retractación de sus ideas que un lamento por su formulación.

No era la primera vez que se veía obligada a retractarse o disculparse por afirmaciones que más tarde reconoció como erróneas o insensibles.

En 2007 produjo la serie documental de CNN “God’s Warriors” (Los guerreros de Dios), que incluía un segmento titulado “Los guerreros judíos de Dios.” En ese programa, Amanpour equiparó el activismo religioso judío y cristiano con el extremismo islamista, una comparación que provocó duras críticas por su falsa equivalencia moral.

En 2022, durante una entrevista, el entonces primer ministro Naftali Bennett la reprendió públicamente:

“Ahí va otra vez, empezando la historia por la mitad”, le dijo.

Bennett respondía a la insinuación de Amanpour de que la policía israelí había provocado a los palestinos y a los musulmanes al ingresar en la mezquita de Al-Aqsa. Le recordó la secuencia real de los hechos que motivó la intervención policial:

“Las fuerzas policiales entraron en la mezquita después de que desde su interior se lanzaran piedras contra los agentes apostados afuera. Como primer ministro de Israel, mi responsabilidad es garantizar la libertad de culto para todos en Jerusalén —también para los musulmanes. Por eso autoricé a la policía a entrar y retirar a los alborotadores, y la situación fue controlada.”

En un momento de la entrevista, exasperado por el enfoque de Amanpour, Bennett afirmó:

“Lo que usted está proyectando es flagrantemente falso; es una mentira, simplemente una mentira.”

Amanpour replicó a la defensiva:

“No, señor, no puede decirme eso. No puede decirme que estoy mintiendo.”

A lo que Bennett respondió con calma:

“Bueno, usted está tergiversando los hechos.”

No era su primer enfrentamiento con Bennett. Una década antes, en 2013, cuando Amanpour —lo entrevistaba en su calidad de ministro de Economía de Israel— insistió en referirse a Judea y Samaria como “la Cisjordania ocupada”, Bennett le respondió:

“Uno no puede ocupar su propio hogar.”

El año 2023 comenzó con tragedia. El 7 de abril, Lucy Dee y sus hijas, Rina y Maia, viajaban cerca del cruce de Hamra, en el Valle del Jordán, cuando su automóvil fue emboscado por hombres armados palestinos.

Los atacantes abrieron fuego, haciendo que el vehículo se saliera de la carretera. Luego se acercaron y dispararon nuevamente con un fusil Kalashnikov. Rina y Maia murieron en el acto; su madre, Lucy, fue gravemente herida y falleció días después en el hospital. Las Brigadas Al-Qassam de Hamas se atribuyeron el atentado.

Amanpour desató una ola de indignación cuando, en su programa, describió el asesinato de la familia Dee como un “tiroteo” (shootout), término que sugiere un enfrentamiento armado y no un asesinato deliberado.

La distorsión provocó una condena generalizada, y Amanpour terminó disculpándose ante el padre de las víctimas, el rabino Leo Dee. La disculpa, sin embargo, volvió a limitarse a la elección de palabras, no al sesgo interpretativo que la motivó.

La búsqueda de una falsa “simetría moral”, donde no la hay, revela en Amanpour una tendencia persistente a confundir causa y efecto. La insistencia mediática en una simetría moral en un conflicto que no es simétrico distorsiona tanto la historia como la realidad. El resultado no es una imagen veraz de Israel, sino un reflejo de los prejuicios, las ansiedades y las modas morales de quienes la narran.

Pocas semanas después del pogromo del 7 de octubre, volvió a la pantalla, respaldando las declaraciones de la reina Rania de Jordania, quien denunció una “flagrante doble moral” en el apoyo global —solidaridad con las víctimas israelíes, pero no con los palestinos.

¿En serio?

Las reincidencias de Amanpour no son errores aislados, sino síntomas de un fracaso más amplio dentro del periodismo internacional: una renuencia a confrontar las verdades incómodas cuando éstas interrumpen la narrativa preferida.

Al final, Amanpour no es solo una periodista que ocasionalmente se equivoca; es el espejo de una profesión que con demasiada frecuencia confunde el equilibrio con la verdad, y el teatro moral con la claridad moral.

Rabino Moshe Pitchon